miércoles, 8 de enero de 2014

Otra opinión más sobre el arte conceptual



Uno como artista no puede fácilmente abstenerse de pertenecer a las redes sociales. Ya sea que las empleemos para promocionar nuestro nombre y nuestro trabajo, o para construir un terreno de comunicación con quienes nos siguen o perder el tiempo y jugar Candy Crush, el hecho es que como artistas e individuos de nuestro tiempo vivimos y buscamos dentro de las redes sociales a nuestros amigos y nuestros pares igual que todo el mundo.

Gracias a esto nos acercamos a la cotidianeidad de muchos, y entre ellos a nuestros colegas y a veces amigos artistas a quienes seguimos, y nos afiliamos a grupos y páginas de arte y artistas que admiramos o envidiamos algunas veces también. Nos enamoramos de imágenes de gatitos cómicos, compartimos videos musicales y criticamos fotografías de niñas que buscan reconocimiento mediante autorretratos de escasas vestimentas y actitudes “prepago en promoción”, y de vez en cuando nos encontramos con publicaciones del mundo del arte y escritos de nuestros colegas que reflexionan o critican sobre el arte de nuestro tiempo.

Aquellos artistas que están dentro de “La onda conceptual” de una u otra manera, no opinan o no critican, o más bien deba decir que ya no tanto. Tal vez sea  porque no hay por donde criticar aquello de lo que se vive, en lo que se cree y que uno mismo hace, o porque para los artistas conceptuales aquellos que no lo son no representan una amenaza, o pensarán que no son competencia… o tal vez simplemente estén por encima de la necesidad de criticar y de cazar peleas sin sentido.

Yo pienso más bien que es porque, ahora, el campo del Arte Conceptual ha ganado tanto terreno dentro del mercado nacional e internacional que ya no necesitan seguir peleando y criticando a los demás para poder conseguir un lugar.

En cambio, por parte del gremio de mis colegas artistas no conceptuales, artistas figurativos, artistas de caballete, pintores, dibujantes y escultores, algunos de enorme talento y reconocimiento, otros menos conocidos o con carreras no tan largas todavía y otros claramente aficionados, es frecuente encontrar comentarios,  artículos reseñados o compartidos en sus páginas y hasta cartas de denuncias, manifiestos y protestas en contra del arte conceptual.

Cuando uno escucha a los políticos en campaña, haciendo enormes esfuerzos por desprestigiar a sus oponentes se lamenta uno de ver la poca integridad de aquellos que aspiran a ser nuestros dirigentes, y cuando conocemos o sabemos de personas que no dudan en hablar mal de otros o que buscan desprestigiar a sus colegas para validarse a sí mismos o lo que hacen, cuando ve uno a la gente que dice que lo que ellos hacen es valioso porque lo que los demás hacen es malo, recuerda uno a esos personajes antagonistas en series de televisión o telenovelas que son los malos de la serie, el antihéroe resentido que solo busca el mal ajeno para su propia conveniencia, pero hoy en día en las redes sociales, poco a poco pero reiteradamente mis colegas artistas, entre los cuales muchos a quienes admiro y aprecio sinceramente comentan y publican actitudes similares en función del nivel de indignación de  cada uno o del tamaño de su propio orgullo, o en función de los intereses particulares que este o aquel pueda tener al respecto, como si buscaran desprestigiar, o francamente si pudiesen, destruir toda forma de arte conceptual o arte “diferente” al suyo, porque ellos no están de acuerdo con el o, me pregunto yo, por miedo tal vez a no poder comprenderlo o no saber cómo acceder a él?

Honestamente, a mí, esto me genera un problema emocional complejo. Siempre he creído, tal vez por conveniencia, que el arte y la condición de artista, son formas elevadas de la condición humana. He querido creer que el arte y los artistas están por su misma naturaleza, su inteligencia y su sensibilidad tienen la capacidad de ver el mundo con mayor claridad, con mayor justicia, equidad y compasión, y que desde esa capacidad producir arte que pueda inspirarnos a ser mejores. Muy en el fondo de mí mismo he querido mantener esa idea como guía, a sabiendas de que es una utopía que nunca se ha dado y tal vez nunca será, pero de ahí a rebajarse uno al nivel del chisme y  la difamación…

Confieso que por muchos años yo mismo  he tenido problemas con el arte conceptual. Yo también tuve problemas para entenderlo, aceptarlo o apreciarlo, a mí también me parecía que no tenía ningún sentido producir algo sin ninguna cualidad estética o plástica y pretender defenderlo con discursos absurdos e incoherentes, o muchas veces sumamente pretenciosos para pretender validar la mediocridad como arte y mi orgullo lo rechazaba tajantemente, como veo que le sucede a muchos de mis colegas hoy en día.

Pensaba, que era una moda inmadura, pretenciosa y postiza, y que como todas las modas sería algo efímero y condenado a desaparecer, pensaba que era una manifestación pseudo artística inmadura que niega su  vinculación con la historia del arte, así como el adolescente niega su herencia y su familia para reclamar un atisbo de individualidad, y que siendo así, esta inmensa crisis de adolescencia del mundo artístico tendría que alcanzar la madurez algún día, ¡y entrar en razón!

Pero el inmaduro era yo creyendo que yo tenía la razón y que el resto del mundo estaba equivocado. El haberme atrevido a juzgar el arte conceptual desde mi propia ignorancia justificada por mi orgullo y por el miedo a lo que desconocía, a lo que no entendía y que por no entenderlo minaba mi autoestima, solamente me demostró que el inmaduro era yo y no el arte, el infantil era yo quien me negaba a abrir los ojos y a crecer, porque me daba miedo enfrentar la posibilidad de estar equivocado y de tener que reevaluar mi propio trabajo.

Por supuesto que de una u otra forma hay que estar en contra  de lo conceptual si se es un artista de caballete, y se escoge ser figurativo, o realista, o aun expresionista o lo que se quiera escoger, porque esto satisface nuestros sentidos, deseos, egos, orgullos y demás, o porque produciendo lo que consideraríamos arte bello complacemos a nuestros círculos familiares o sociales ganando su aceptación o admiración y compensando nuestra falta de autoestima por haber sido “diferentes” o “raros”, validándonos así como creadores y personas “importantes” dentro de nuestro medio inmediato. En mi caso, a veces creo que fui artista e hice lo que hice buscando desesperadamente esa aceptación por medio de mi familia, y los gustos y anhelos o proyecciones de los miembros importantes de esa familia influyeron tan fuertemente en lo que debía pintar y en cómo hacerlo que terminé convenciéndome a mí mismo que ese era el camino correcto.

No, esto no es una crítica más hacia mis padres, sino la necesidad de un adolescente inseguro de sí mismo y que se sentía sólo por ser el niño diferente, de conseguir aceptación y validación por parte de su medio vital inmediato que es su familia, y desde allí construirse un espacio en la sociedad con la que interactuaba; nada más.

Habiendo pasado ya el deprimente umbral de los cuarenta años desde hace ya un tiempo imposible de confesar, por fin me doy cuenta de que mis lecturas hacia el arte contemporáneo y el arte conceptual eran sumamente cerradas, por conveniencia más que nada. Necesitaba cerrarme a ello para poder justificar lo que yo hacía, lo que pintaba, lo que esculpía, pero ahora entiendo mejor la opinión de esos críticos de arte que me dijeron y me mostraron lo desfasado que estaba en muchos de mis conceptos y que yo no entendí.


El arte conceptual ha demostrado ya claramente que no es una moda. Una moda no puede durar más de sesenta años y sigue cobrando fuerza( No olvidemos que “La Fuente”, de Marcel Duchamp, es una obra realizada, si se puede decir, en 1917, o la Rueda de Bicicleta, una de sus primeras apropiaciones o “Ready made” de 1913, lo que significa que el Arte Conceptual existe ya desde hace 100 años exactamente), creando e imponiendo una nueva estética que invariablemente ha influido en todos los campos de la plástica mundial, como son el diseño, la arquitectura, la moda, la publicidad y todo lo demás.  Esa manifestación artística que en sus comienzos y durante tantos años fue tan ajena al público tanto culto como profano fue tan hermética y compleja, ese arte que era en opinión de muchos “invendible” o “incomparable” construyó su mercado, consiguió su público y se construyó su espacio dentro de la historia a pesar de la indignación de sus rivales, sin necesidad de ponerse a denigrar a los demás artistas (o tal vez sí).

¿Pero cómo fue que pasó? ¿Cómo fue que tal aberración se convirtió en arte? Simplemente porque a pesar de lo que algunos todavía prefieren seguir vociferando, el arte conceptual no  es una aberración, no es el anti-arte, no es un absurdo y el mundo, lo queramos aceptar o no, no está equivocado.

El hecho de que algunos no lo entendamos o no queramos entenderlo y aceptarlo,  o de que otros, por más que nos esforcemos por entenderlo no lo logramos, y por mucho que algunos alcancemos finalmente alguna comprensión y lleguemos incluso a admirarlo, aun así sigue siendo difícil poder “hacerlo” ¡y hacerlo bien!, y esto lo digo como un artista, que ha caminado ese sendero y que reconozco mi incapacidad actual para poder producir una obra que al menos en mi concepto alcance el “nivel” de aquellas obras y artistas conceptuales que han ganado mi admiración y respeto.

A todos esos amigos y artistas que aún se encarnizan buscando maneras de criticar el arte conceptual porque es más fácil criticar y matar lo diferente y lo que se desconoce que hacer el esfuerzo de abandonar los prejuicios y trascender nuestro ego para crecer descubriendo nuevos mundos les dedico esta reflexión:

El hecho es que el arte conceptual No va a desaparecer y nada gana nadie con seguir peleando en contra de la dirección en la que gira el mundo. El arte conceptual no es el enemigo a muerte de nadie como pareciera que muchos piensan: he visto personas que se encolerizan y cambian de color frente a obras conceptuales o incluso ante su sola mención.

Si yo fuese psicólogo me preguntaría: ¿Si el arte es un espejo, por qué se sienten tan amenazados en su ego estos artistas?

La complacencia Retiniana

Hace poco alguien me dijo que el asunto con el arte de hoy en día es que uno no puede pretender ya que el arte sea solamente un asunto de Complacencia Retiniana y nada más. Que el arte ya no se trata solamente de producir una imagen agradable a los sentidos para decorar este muro o aquel espacio, y menos convertirse en una mera demostración de habilidades técnicas, sino que necesita ir más allá. A esa persona le agradezco enormemente sus palabras porque creo que gracias a ellas por fin entendí algunas frases que yo mismo he enunciado durante años sin darme cuenta de lo que me decía a mí mismo:

“Hay una gran diferencia entre el arte y la artesanía, y es que si bien la artesanía se trata del despliegue de habilidades y oficio que posee el artesano para la elaboración de una obra, cuyo valor radica principalmente en la técnica, la calidad del objeto o producto terminado, su valor estético, su belleza, el refinamiento de sus acabados o la maestría con la que fue elaborada dicha artesanía, en su unicidad, o el hecho de que por ser precisamente de carácter artesanal, su producción es manual y por tanto limitada, lo que acentúa su valor, en su “belleza objetual”…

La obra de arte, para poder ser llamada arte y no artesanía, necesita poder ser algo  más. 

Necesita ir más allá de un “simple” objeto bello y decorativo, para convertirse en algo más que la eleve a la condición de arte.

 La obra de arte debe tener en sí misma TODO lo que el artista es capaz de hacer en ella desde el punto de vista de su oficio, destreza o habilidad, y además debe tener parte de su alma, de su vida, de su ser”

Por muchos años he repetido este discurso con las mismas u otras palabras frente a estudiantes y artistas en desarrollo queriendo inspirarlos a ir siempre más lejos, más profundo, más alto en su búsqueda y desarrollo, sin darme cuenta de que ese “algo más” que haría trascender la obra hacia el nivel de arte era lo que precisamente se me escapaba en realidad y que los esfuerzos tanto míos como los de muchos artistas se seguían centrando principalmente en el oficio, o en la pericia y destreza, o en una cierta forma de querer demostrar una habilidad supuestamente superior pero que finalmente nos devuelve al problema de la artesanía o del  objeto decorativo sin más…

Ese “Algo más” es la búsqueda del arte y del artista. Es de ello que depende que una obra pueda convertirse en arte sin importar cuál sea el nivel técnico de habilidad del hacedor: el arte dejó de ser una competencia de habilidad artesanal hace cientos de años ya, y quienes se han querido quedar en ese argumento como fundamento de sus vidas y trabajo son probablemente magníficos artesanos con habilidades extraordinarias; pero no artistas.

Ese “Algo más” a veces habla de estilos o de universos estéticos que crean algunos artistas y que en algunas épocas fue respuesta suficiente para validar sus obras. Otras veces se trata del contenido de la obra, o del tema que trata, o la denuncia que propone, tratando de llevar el arte a una postura política o sociológica…, Otras veces ha sido sobre el significado mismo de la estética y sobre los valores o fundamentos desde los cuales dicho concepto se construye, dándole al arte una dimensión un tanto más filosófica o epistemológica, en donde se centra gran parte de la producción actual artística y conceptual.

Cuando me hablaron entonces de lo de la Complacencia Retiniana, comprendí que el juicio que portaba antes sobre las obras conceptuales, el mismo que veo que portan muchísimas personas y artistas hoy día, estaba basado en la incapacidad para poder apreciar y entender esas obras con tan sólo un vistazo. Pero al entender esto me di cuenta de que si Sí hubiera podido entenderlas de esa forma, entonces ¿Cuál sería verdaderamente su valor? Valdría lo mismo que mi cajita de té que tiene  un lindo dragón repujado en metal en la tapa y que me parece hermosa, o valdría lo mismo que vale para muchas personas, y que a los que nos creemos artistas nos ofende frecuentemente, el cuadro que consiguen en el almacén de muebles que decora el comedor porque tiene frutas y flores, ¡y que combina con la tela de las cortinas o el tapizado de los asientos!

Si cuando de música se trata, para poder juzgar una canción o una melodía cualquiera uno se toma al menos los cuatro minutos que dura la canción  para escucharla antes de decidir si nos gusta, o con respecto a la literatura nos tomamos el trabajo de leer, al menos un capítulo, o tan siquiera el índice, el resumen de la contra carátula, la bibliografía en algunos casos o el prólogo para los más valientes, si para ver una película no nos salimos de la sala tras la primera escena diciendo que es una porquería, ¿por qué entonces con respecto al arte plástico nos es suficiente un rápido vistazo superficial para declararlo como “Basura” y no hacemos el esfuerzo de acercarnos, de analizar, de permearnos y de al menos tratar de averiguar o entender lo que el artista quiso decir antes de imponer sentencia y condenarlo a muerte?

No sé cuántas veces he visto personas cuyos vasos sanguíneos capilares del rostro se congestionan rápidamente tiñendo sus rostros de cólera y humillación ante la vista de una obra conceptual, y expresan indignados que eso es una porquería, ¿que quién se cree el farsante que hizo eso al burlarse de nosotros? Que lo creen a uno estúpido pretendiendo convencerlo a uno de que eso es arte, Para luego retirarse ofendidos y dignos de la exposición o del recinto, y quienes nunca se acercaron siquiera al artista o al galerista a preguntar de qué se trataba la obra, o quien es el autor, o porqué habría de hacer algo semejante antes de emitir un juicio.

Es como cuando un niño dice:
--“No me gusta el queso!”
 –Lo has probado alguna vez?
–“No, pero porque no me gusta!”

Si en el campo del arte hubiera algo de equidad o justicia, ¿dónde quedó la presunción de inocencia y el derecho a la defensa? ¿Por qué antes de emitir un juicio y pedir la horca o la silla eléctrica para el arte conceptual no le otorgamos al artista el derecho a la defensa? ¿Por qué nos cerramos tanto a tratar de usar nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad, para aceptar la invitación del artista a jugar, por unos momentos, el juego que él propone, para saber si nos gusta y nos aporta algo, como claramente lo hacemos al escuchar música, ver una película o leer este texto?

Una cuestión de respeto