Gracias a esto nos acercamos a la
cotidianeidad de muchos, y entre ellos a nuestros colegas y a veces amigos
artistas a quienes seguimos, y nos afiliamos a grupos y páginas de arte y
artistas que admiramos o envidiamos algunas veces también. Nos enamoramos de
imágenes de gatitos cómicos, compartimos videos musicales y criticamos
fotografías de niñas que buscan reconocimiento mediante autorretratos de
escasas vestimentas y actitudes “prepago en promoción”, y de vez en cuando nos
encontramos con publicaciones del mundo del arte y escritos de nuestros colegas
que reflexionan o critican sobre el arte de nuestro tiempo.
Aquellos artistas que están
dentro de “La onda conceptual” de una u otra manera, no opinan o no critican, o
más bien deba decir que ya no tanto. Tal vez sea porque no hay por donde criticar aquello de
lo que se vive, en lo que se cree y que uno mismo hace, o porque para los
artistas conceptuales aquellos que no lo son no representan una amenaza, o
pensarán que no son competencia… o tal vez simplemente estén por encima de la
necesidad de criticar y de cazar peleas sin sentido.
Yo pienso más bien que es porque,
ahora, el campo del Arte Conceptual ha ganado tanto terreno dentro del mercado
nacional e internacional que ya no necesitan seguir peleando y criticando a los
demás para poder conseguir un lugar.
En cambio, por parte del gremio
de mis colegas artistas no conceptuales, artistas figurativos, artistas de
caballete, pintores, dibujantes y escultores, algunos de enorme talento y
reconocimiento, otros menos conocidos o con carreras no tan largas todavía y
otros claramente aficionados, es frecuente encontrar comentarios, artículos reseñados o compartidos en sus
páginas y hasta cartas de denuncias, manifiestos y protestas en contra del arte
conceptual.
Cuando uno escucha a los
políticos en campaña, haciendo enormes esfuerzos por desprestigiar a sus
oponentes se lamenta uno de ver la poca integridad de aquellos que aspiran a
ser nuestros dirigentes, y cuando conocemos o sabemos de personas que no dudan
en hablar mal de otros o que buscan desprestigiar a sus colegas para validarse
a sí mismos o lo que hacen, cuando ve uno a la gente que dice que lo que ellos
hacen es valioso porque lo que los demás hacen es malo, recuerda uno a esos
personajes antagonistas en series de televisión o telenovelas que son los malos
de la serie, el antihéroe resentido que solo busca el mal ajeno para su propia
conveniencia, pero hoy en día en las redes sociales, poco a poco pero
reiteradamente mis colegas artistas, entre los cuales muchos a quienes admiro y
aprecio sinceramente comentan y publican actitudes similares en función del
nivel de indignación de cada uno o del
tamaño de su propio orgullo, o en función de los intereses particulares que
este o aquel pueda tener al respecto, como si buscaran desprestigiar, o
francamente si pudiesen, destruir toda forma de arte conceptual o arte
“diferente” al suyo, porque ellos no están de acuerdo con el o, me pregunto yo,
por miedo tal vez a no poder comprenderlo o no saber cómo acceder a él?
Honestamente, a mí, esto me
genera un problema emocional complejo. Siempre he creído, tal vez por
conveniencia, que el arte y la condición de artista, son formas elevadas de la
condición humana. He querido creer que el arte y los artistas están por su
misma naturaleza, su inteligencia y su sensibilidad tienen la capacidad de ver
el mundo con mayor claridad, con mayor justicia, equidad y compasión, y que
desde esa capacidad producir arte que pueda inspirarnos a ser mejores. Muy en
el fondo de mí mismo he querido mantener esa idea como guía, a sabiendas de que
es una utopía que nunca se ha dado y tal vez nunca será, pero de ahí a
rebajarse uno al nivel del chisme y la
difamación…
Confieso que por muchos años yo
mismo he tenido problemas con el arte
conceptual. Yo también tuve problemas para entenderlo, aceptarlo o apreciarlo,
a mí también me parecía que no tenía ningún sentido producir algo sin ninguna
cualidad estética o plástica y pretender defenderlo con discursos absurdos e
incoherentes, o muchas veces sumamente pretenciosos para pretender validar la
mediocridad como arte y mi orgullo lo rechazaba tajantemente, como veo que le
sucede a muchos de mis colegas hoy en día.
Pensaba, que era una moda
inmadura, pretenciosa y postiza, y que como todas las modas sería algo efímero
y condenado a desaparecer, pensaba que era una manifestación pseudo artística
inmadura que niega su vinculación con la
historia del arte, así como el adolescente niega su herencia y su familia para
reclamar un atisbo de individualidad, y que siendo así, esta inmensa crisis de
adolescencia del mundo artístico tendría que alcanzar la madurez algún día, ¡y
entrar en razón!
Pero el inmaduro era yo creyendo
que yo tenía la razón y que el resto del mundo estaba equivocado. El haberme
atrevido a juzgar el arte conceptual desde mi propia ignorancia justificada por
mi orgullo y por el miedo a lo que desconocía, a lo que no entendía y que por
no entenderlo minaba mi autoestima, solamente me demostró que el inmaduro era
yo y no el arte, el infantil era yo quien me negaba a abrir los ojos y a
crecer, porque me daba miedo enfrentar la posibilidad de estar equivocado y de
tener que reevaluar mi propio trabajo.
Por supuesto que de una u otra
forma hay que estar en contra de lo
conceptual si se es un artista de caballete, y se escoge ser figurativo, o
realista, o aun expresionista o lo que se quiera escoger, porque esto satisface
nuestros sentidos, deseos, egos, orgullos y demás, o porque produciendo lo que
consideraríamos arte bello complacemos a nuestros círculos familiares o
sociales ganando su aceptación o admiración y compensando nuestra falta de
autoestima por haber sido “diferentes” o “raros”, validándonos así como
creadores y personas “importantes” dentro de nuestro medio inmediato. En mi
caso, a veces creo que fui artista e hice lo que hice buscando desesperadamente
esa aceptación por medio de mi familia, y los gustos y anhelos o proyecciones
de los miembros importantes de esa familia influyeron tan fuertemente en lo que
debía pintar y en cómo hacerlo que terminé convenciéndome a mí mismo que ese
era el camino correcto.
No, esto no es una crítica más
hacia mis padres, sino la necesidad de un adolescente inseguro de sí mismo y
que se sentía sólo por ser el niño diferente, de conseguir aceptación y
validación por parte de su medio vital inmediato que es su familia, y desde
allí construirse un espacio en la sociedad con la que interactuaba; nada más.
Habiendo pasado ya el deprimente
umbral de los cuarenta años desde hace ya un tiempo imposible de confesar, por
fin me doy cuenta de que mis lecturas hacia el arte contemporáneo y el arte
conceptual eran sumamente cerradas, por conveniencia más que nada. Necesitaba
cerrarme a ello para poder justificar lo que yo hacía, lo que pintaba, lo que
esculpía, pero ahora entiendo mejor la opinión de esos críticos de arte que me
dijeron y me mostraron lo desfasado que estaba en muchos de mis conceptos y que
yo no entendí.

¿Pero cómo fue que pasó? ¿Cómo
fue que tal aberración se convirtió en arte? Simplemente porque a pesar de lo
que algunos todavía prefieren seguir vociferando, el arte conceptual no es una aberración, no es el anti-arte, no es
un absurdo y el mundo, lo queramos aceptar o no, no está equivocado.
El hecho de que algunos no lo
entendamos o no queramos entenderlo y aceptarlo, o de que otros, por más que nos esforcemos
por entenderlo no lo logramos, y por mucho que algunos alcancemos finalmente
alguna comprensión y lleguemos incluso a admirarlo, aun así sigue siendo
difícil poder “hacerlo” ¡y hacerlo bien!, y esto lo digo como un artista, que
ha caminado ese sendero y que reconozco mi incapacidad actual para poder
producir una obra que al menos en mi concepto alcance el “nivel” de aquellas
obras y artistas conceptuales que han ganado mi admiración y respeto.
A todos esos amigos y artistas
que aún se encarnizan buscando maneras de criticar el arte conceptual porque es
más fácil criticar y matar lo diferente y lo que se desconoce que hacer el
esfuerzo de abandonar los prejuicios y trascender nuestro ego para crecer
descubriendo nuevos mundos les dedico esta reflexión:
El hecho es que el arte
conceptual No va a desaparecer y nada gana nadie con seguir peleando en contra de
la dirección en la que gira el mundo. El arte conceptual no es el enemigo a
muerte de nadie como pareciera que muchos piensan: he visto personas que se
encolerizan y cambian de color frente a obras conceptuales o incluso ante su
sola mención.
Si yo fuese psicólogo me
preguntaría: ¿Si el arte es un espejo, por qué se sienten tan amenazados en su
ego estos artistas?
La complacencia Retiniana
Hace poco alguien me dijo que el
asunto con el arte de hoy en día es que uno no puede pretender ya que el arte
sea solamente un asunto de Complacencia Retiniana y nada más. Que el arte ya no
se trata solamente de producir una imagen agradable a los sentidos para decorar
este muro o aquel espacio, y menos convertirse en una mera demostración de
habilidades técnicas, sino que necesita ir más allá. A esa persona le agradezco
enormemente sus palabras porque creo que gracias a ellas por fin entendí
algunas frases que yo mismo he enunciado durante años sin darme cuenta de lo
que me decía a mí mismo:
“Hay una gran diferencia entre el arte y la artesanía,
y es que si bien la artesanía se trata del despliegue de habilidades y oficio
que posee el artesano para la elaboración de una obra, cuyo valor radica
principalmente en la técnica, la calidad del objeto o producto terminado, su
valor estético, su belleza, el refinamiento de sus acabados o la maestría con
la que fue elaborada dicha artesanía, en su unicidad, o el hecho de que por ser
precisamente de carácter artesanal, su producción es manual y por tanto
limitada, lo que acentúa su valor, en su “belleza objetual”…
La obra de arte, para poder ser llamada arte y no artesanía, necesita poder ser algo más.
Necesita ir más allá de un “simple” objeto bello y decorativo, para convertirse en algo más que la eleve a la condición de arte.
La obra de arte debe tener en sí misma TODO lo que el artista es capaz de hacer en ella desde el punto de vista de su oficio, destreza o habilidad, y además debe tener parte de su alma, de su vida, de su ser”
Por muchos años he repetido este
discurso con las mismas u otras palabras frente a estudiantes y artistas en
desarrollo queriendo inspirarlos a ir siempre más lejos, más profundo, más alto
en su búsqueda y desarrollo, sin darme cuenta de que ese “algo más” que haría
trascender la obra hacia el nivel de arte era lo que precisamente se me
escapaba en realidad y que los esfuerzos tanto míos como los de muchos artistas
se seguían centrando principalmente en el oficio, o en la pericia y destreza, o
en una cierta forma de querer demostrar una habilidad supuestamente superior
pero que finalmente nos devuelve al problema de la artesanía o del objeto decorativo sin más…
Ese “Algo más” es la búsqueda del
arte y del artista. Es de ello que depende que una obra pueda convertirse en
arte sin importar cuál sea el nivel técnico de habilidad del hacedor: el arte
dejó de ser una competencia de habilidad artesanal hace cientos de años ya, y
quienes se han querido quedar en ese argumento como fundamento de sus vidas y
trabajo son probablemente magníficos artesanos con habilidades extraordinarias;
pero no artistas.
Ese “Algo más” a veces habla de
estilos o de universos estéticos que crean algunos artistas y que en algunas
épocas fue respuesta suficiente para validar sus obras. Otras veces se trata
del contenido de la obra, o del tema que trata, o la denuncia que propone,
tratando de llevar el arte a una postura política o sociológica…, Otras veces
ha sido sobre el significado mismo de la estética y sobre los valores o
fundamentos desde los cuales dicho concepto se construye, dándole al arte una
dimensión un tanto más filosófica o epistemológica, en donde se centra gran
parte de la producción actual artística y conceptual.
Cuando me hablaron entonces de lo
de la Complacencia Retiniana,
comprendí que el juicio que portaba antes sobre las obras conceptuales, el
mismo que veo que portan muchísimas personas y artistas hoy día, estaba basado
en la incapacidad para poder apreciar y entender esas obras con tan sólo un
vistazo. Pero al entender esto me di cuenta de que si Sí hubiera podido
entenderlas de esa forma, entonces ¿Cuál sería verdaderamente su valor? Valdría
lo mismo que mi cajita de té que tiene
un lindo dragón repujado en metal en la tapa y que me parece hermosa, o
valdría lo mismo que vale para muchas personas, y que a los que nos creemos
artistas nos ofende frecuentemente, el cuadro que consiguen en el almacén de
muebles que decora el comedor porque tiene frutas y flores, ¡y que combina con
la tela de las cortinas o el tapizado de los asientos!
Si cuando de música se trata,
para poder juzgar una canción o una melodía cualquiera uno se toma al menos los
cuatro minutos que dura la canción para
escucharla antes de decidir si nos gusta, o con respecto a la literatura nos
tomamos el trabajo de leer, al menos un capítulo, o tan siquiera el índice, el
resumen de la contra carátula, la bibliografía en algunos casos o el prólogo
para los más valientes, si para ver una película no nos salimos de la sala tras
la primera escena diciendo que es una porquería, ¿por qué entonces con respecto
al arte plástico nos es suficiente un rápido vistazo superficial para
declararlo como “Basura” y no hacemos el esfuerzo de acercarnos, de analizar,
de permearnos y de al menos tratar de averiguar o entender lo que el artista
quiso decir antes de imponer sentencia y condenarlo a muerte?
No sé cuántas veces he visto
personas cuyos vasos sanguíneos capilares del rostro se congestionan
rápidamente tiñendo sus rostros de cólera y humillación ante la vista de una
obra conceptual, y expresan indignados que eso es una porquería, ¿que quién se
cree el farsante que hizo eso al burlarse de nosotros? Que lo creen a uno
estúpido pretendiendo convencerlo a uno de que eso es arte, Para luego
retirarse ofendidos y dignos de la exposición o del recinto, y quienes nunca se
acercaron siquiera al artista o al galerista a preguntar de qué se trataba la
obra, o quien es el autor, o porqué habría de hacer algo semejante antes de
emitir un juicio.
Es como cuando un niño dice:
--“No me gusta
el queso!”
–Lo has probado alguna vez?
–“No, pero
porque no me gusta!”
Si en el campo del arte hubiera
algo de equidad o justicia, ¿dónde quedó la presunción de inocencia y el
derecho a la defensa? ¿Por qué antes de emitir un juicio y pedir la horca o la
silla eléctrica para el arte conceptual no le otorgamos al artista el derecho a
la defensa? ¿Por qué nos cerramos tanto a tratar de usar nuestra inteligencia y
nuestra sensibilidad, para aceptar la invitación del artista a jugar, por unos
momentos, el juego que él propone, para saber si nos gusta y nos aporta algo,
como claramente lo hacemos al escuchar música, ver una película o leer este
texto?
Una cuestión de respeto
A los artistas que lean estas
palabras ha debido seguramente sucederles
lo que a mí: Cuantas veces no me han dicho las personas durante
alguna reunión: Hazme un dibujito, o
píntame algo ahí, para ver, y cuando lo hacía, ya sea por inocente o porque la
mirada cortante e impositiva de padre o madre del otro lado del salón dejaba
claro que: o hacía el dibujo o el día siguiente se predecía lúgubre y
peligroso, el solicitante del dibujo asumía la inmediata propiedad del dibujo
en cuestión, y si uno se atrevía a negarse la persona en cuestión lo reclamaba
casi como derecho de nacimiento diciendo: Ay, pero qué te cuesta, si sólo es un
dibujito!
Otras veces aparecen personas
deseosas de ser retratadas, (y dicho sea de paso en algunos casos resulta
evidente que estarían dispuestas a cualquier cosa por conseguirlo, o más bien
pareciera que su deseo de ser retratadas responde más a necesidades mucho más
animales de satisfacción de otra clase de impulsos disfrazando el asunto tras
la excusa de un retrato), y luego de que uno accede a retratarlos ellas
enuncian con todo el descaro del caso: “Me lo vas a regalar verdad?” y cuando
uno accede a hacerles un dibujo a cambio de sus servicios como modelo de pose
para algún cuadro, estas personas esperan que el dibujo en cuestión sea una
obra de un metro y medio por un metro, ¡enmarcada y todo! ¡Y se molestan si no
es como ellos esperaban! (no exagero, me ha pasado)
De que se trata? De marranear al
artista tanto como sea posible porque los artistas son pendejos de los cuales
hay que abusar? Porque hay quienes parten del concepto de que es artista el que
no “servía para otra cosa”, y como “tan sólo es un artista” entonces podemos
abusar libremente de él?
También es frecuente la postura
de que artista significa una especie de sinónimo de libertino desenfrenado
vicioso sin moral, que disfraza su desdén por los valores sociales tras la
fachada del artista, y que por ende con un artista “Todo se vale”
Puede sonar a exageración de un
resentido, per o les aseguro que a todas estas y muchas otras posturas y
prejuicios me he enfrentado en los ya más de 20 años de vida como artista
“profesional”, sin contar los años de estudio y formación. Todos estos ejemplos
son de hecho experiencias vividas y situaciones concretas, que recuerdo con
fechas, nombres, corbatas y vestidos, la mayoría d las cuales hoy recuerdo con
bastante entretención, pero que en su momento no fueron tan entretenidas y que
muchas veces me resultaron dolorosas.
Estas situaciones son comunes en
la vida de muchos artistas. Son experiencias que en uno u otro momento hieren y
maltratan la autoestima y que en muchos casos promueven la construcción de una
postura o fachada de superioridad y prepotencia en algunos de esos artistas
como mecanismo de compensación, o que los llevan a encerrarse en su trabajo y
aislarse de medios que les resultan agresivos y humillantes. Otros optan por convertirse
en eso que los demás parecen tan ansiosos de encontrar en ellos y se dejan
arrastrar hacia estos terrenos, creyendo tal vez que así serán más artistas o
porque es más fácil que pretender erguirse contra un medio social que de todas
formas nunca los va a valorar.
Es como si yo fuera al ortodoncista
y le pidiese que me hiciera un tratamiento
de corrección de mordida… Regalado! Porque… “ay, qué te cuesta!,” si tú
haces eso todos los días? o que le dijese al abogado, redácteme un contrato de
representación y comercialización… regalado, porque que te cuesta hacer eso si
son sólo unas palabritas en un papelito ahí!? O al médico que me regale la
consulta y el diagnóstico, porque al fin de cuentas sólo es una conversación
entre dos personas y ya?
Respetar el oficio, la formación,
el conocimiento y, en resumen, la vida de las otras personas no es tan obvio
como parece. En este mundo contemporáneo donde las luchas por el respeto y la
igualdad son más fuertes que nunca son
pocas las personas que pueden ignorar todavía la importancia y trascendencia
que tiene esta noción.
En comparación con lo que era
nuestra sociedad, sin ir más lejos hace apenas cincuenta años, son comparativamente
pocas las personas que todavía maltratan físicamente a sus esposas o sus hijos,
al menos públicamente, porque algo entienden del respeto; así lo hagan a puerta
cerrada y en privado los muy hipócritas, pero aún esas personas por lo general
no se sorprenden al cancelar el valor de una consulta médica, pagar una
asesoría jurídica o cobrar un salario por el trabajo que ellos mismos realizan
Pero entonces, si hasta las
personas más básicas respetan el valor del trabajo propio y ajeno, ¿por qué son
tantas las personas aún, que no pueden validar el arte como un oficio y un
trabajo?, y porqué los mismos artistas y supuestos amantes del arte no pueden
tampoco valorar y validar la obra, la estética, el trabajo y la vida de
artistas que son simplemente diferentes
a ellos?
Vamos a ver: Cuántas veces usted,
señor lector o señora lectora, ha oído decir que los artistas son desadaptados
marginales inútiles y muertos de hambre?
Es que para la sociedad de hoy en
día en apariencia y de frente al público vivimos en un mundo de democracia,
tolerancia y aceptación, pero de la puerta para adentro, para las familias que
la componen a esa sociedad, hay dos
desgracias que son todavía de las peores cosas que a unos padres les pueda
ocurrir: la primera es que su hijo resulte siendo homosexual.
La primera reacción es casi
siempre el “qué habré hecho yo para merecer esto” como si la homosexualidad
fuese un castigo divino enviado por los sádicos seres superiores para castigar
a los malos padres, seguido casi inmediatamente por la acusación: “es tu culpa”
o Eso lo sacó de ti”.
Si es hombre la desgracia y la
humillación habrá caído sobre la familia víctima de tal desgracia, la madre
llorará durante semanas inconsolable porque jamás tendrá nietecitos “normales”
y el padre querrá suicidarse antes de darle la cara a sus amigos, que seguro
que creerán que la homosexualidad es algo hereditario lo que significará que el
tipo es seguramente medio raro, o es algo contagioso en cuyo caso es mejor
alejarse del familia estigmatizada y buscar otras amistades más adecuadas. Si
es mujer, a pesar de que en la mente y la libido de muchísimos hombres vive eternamente la
fantasía de un trio y de escenas lésbicas, para la mayoría de las personas el
lesbianismo es semejante a la prostitución, por lo que una hija homosexual es
tan pero tan grave, que ni siquiera se habla, se menciona o se trata el tema.
La represión y el sexismo son tales que la homosexualidad es mucho menos
aceptada en las mujeres que en los hombres.
Pero si hay algo todavía peor que
el hecho de tener un hijo o hija homosexual, es que el hijo o hija te salga
artista!
Claro, porque por más que sea
homosexual, todavía puede ser administrador, o abogado, o por lo menos
peluquero o estilista. Si es mujer fácilmente se le imagina como marimacho en
el ejército como harpía mandona resentida de jefa de departamento en alguna empresa,
incorruptible e invulnerable a los avances de cualquier trabajador.
Pero si es artista…
El pobre hijo o la pobre hija que
salió artista, primero que todo no podrá tener jamás un empleo decente porque
no sirve sino para artista. Un hijo artista es como tener un emo a la quinta
potencia, al límite de lo psicótico, que está condenado a
a) nunca tener amigos porque es
un bicho raro,
b) deprimirse y afectarse por
cualquier pendejada
c) perderse en contemplación ante
la sombra de un pétalo de margarita sobre un montón de basura durante horas y
capaz de salir con una disertación ridícula al respecto
d) destinado a ser un bueno para
nada que no sabe hacer nada serio, sino que sólo hace dibujitos, y que ni
siquiera son bonitos los mamarrachos esos, o si son más o menos bonitos porqué
tienen que ser pornográficos, en lugar de
aprender de mecánica, o medicina o algo útil!
e) lo más probable es que termine
siendo un desadaptado, vicioso drogadicto o alcohólico porque todos los
artistas lo son, muy seguramente promiscuo porque es sabido que los artistas
sólo viven rodeados de gente dudosa
y d) con lo emos que son, seguro
terminan todos siendo además homosexuales
Por supuesto que estoy
exagerando. En muchos casos las familias no son tan radicales, pero sí hay
muchas que son así. Que piensan de esta
forma. Y las que no piensan o no actúan de esta forma, seguro que por lo menos
una u otra vez lo han pensado, así no lo comuniquen nunca
¿Pero respeto?…
De ese realmente no hay mucho
para los artistas en nuestra sociedad, y probablemente por ello muchos artistas
construyen una suerte de fortaleza a su alrededor, ya sea de las fortalezas
compuestas por grandes egos, seguidores y colegas pseudo discípulos que
conforman el séquito del artista y lo
acompañan y siguen por todas partes y hasta el baño, porque es importante y
respetable quien es admirado y seguido por otros, o los que construyen
fortalezas de apariencias extrañas, peinados naranja fluorescente en formas
pseudo-futuristas y vestimentas extravagantes que atraen todas las miradas
(ellos creerán que son miradas admirativas) Otros juegan a la fortaleza de la
soledad marginal, del artista extraño insondable, misterioso o deprimido y
definitivamente marginal.
Algunos, muchos, escuchan
ingenuamente el discurso social sobre los artistas, encuentran otros que como
ellos crecieron con el relato del artista bohemio que crea desde las drogas y
el alcohol y terminan todos juntos
justificando el discurso social del artista desadaptado, creyendo que cayendo
en tantos excesos como puedan serán más libres y más artistas.
Con todo esto, estos mismos
artistas alimentan ese mito urbano del artista raro, extraño, diferente,
marginal, o del artista como sinónimo de libertino, alcohólico, drogadicto, y
demás. Pero es esto acaso una condición exclusiva de los artistas? Y porque
algunas personas escojan este tipo de conductas significa que todos los
artistas son iguales?
Como sea, la mayoría de artistas
que conozco o validan ese mito urbano o se alzan contra el demostrando
integridad, seriedad, profesionalismo y erigiéndose como verdaderos ejemplos de
éxito profesional, social u otros, demostrando que el arte es un oficio serio y válido. Otros asumen tan
seriamente su oficio y vocación que trascienden el problema y se consagran
realmente a su trabajo, y viven, como se diría, por encima del bien y del mal,
dedicados a su vida, a su búsqueda, a su verdad.
Como, repito, sucede en todas las
profesiones, en todos los países y en todas las clases sociales…
El problema, vuelve y se
presenta, en el seno de la misma comunidad artística, y es que son o somos los
mismos artistas quienes desde nuestra aparente arrogancia juzgamos y condenamos
la obra y el trabajo de todos aquellos colegas nuestros, que más que colegas
parecieran ser rivales mortales a quienes hay que desprestigiar, invalidar,
satanizar.
Los unos porque dicen que los
otros son artistas vendidos, poco menos que prostitutas del arte que solo
producen para complacer a narcotraficantes o personas con dinero pero sin
criterio sólo por ganar dinero.
Los otros porque acusan a los
primeros de embaucadores demagógicos que pretenden justificar cualquier pedazo
de basura como arte detrás de un discurso incoherente y pretencioso, y que de
esta forma han destruido el mercado del arte.
¿Y es que acaso el mundo debe
respetarnos porque somos artistas, pero nosotros como artistas no le debemos
respeto a nadie? ¿Ni a nosotros mismos?
¿Somos acaso tan tiranos, tan
dictadores, que la única verdad válida es la nuestra?
Estimado Alfredo,
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con muchísimas de las cosas que expones aquí, uno no puede cerrarse a creer que todo el arte conceptual es basura, aunque hay artistas que lo han estudiado y siguen creyendo que es basura, pero debe ser porque realmente no lo han entendido. Hay muchísimas obras conceptuales que son muy interesantes y muy complejas. Pero dicho esto, usando el mismo ejemplo del médico, así como hay médicos buenos, hay médicos mediocres, y uno tampoco puede creer que toda obra por ser conceptual es buena, porque no lo es, también hay mucho artista mediocre que, por decirlo de algún modo, se esconde en el arte conceptual para realizar su trabajo sin esforzarse demasiado. Yo digo algo, uno puede trabajar arte conceptual mezclándolo con aptitudes técnicas. Es como un libro que tiene una buena idea pero su desarrollo es mediocre, o una obra bien escrita con una idea tonta, y lo mismo para el arte, hay obras conceptuales bien realizadas como muchas de Miguel Ángel Rojas por ejemplo, y hay muchas que no son ni medianamente bien desarrolladas, y estoy seguro que has visto mucho de eso. Pero de ahí a cerrarse a obras interesantes como las de Duchamp que se nota que desarrollo durante años así parezcan simples como su famoso orinal, y además que están llevaron a obras que tal vez no hubieran sido posibles como el Gran Vidrio.
De verdad no te imaginas cuanto me sirvió este texto y más de una persona que admiro y aprecio así nunca nos veamos, porque estoy en un grupo con el que he chocado varias veces en facebook, el grupo AntiDuchamp, que ataca todo este arte contemporaneo. Pero otra cosa, hay un error en la idea de conceptual. Yo se que arte conceptual es donde prima el concepto por encima de la obra, pero si lo pensamos bien, todo arte es conceptual, todo arte tiene una idea detrás, todo arte expresa más de lo que uno cree, eso es lo que siempre he visto en tu obra, yo no veo solo un buen dibujo o una buena pintura, o un buen uso del color, no, se ve muchísimo más, se ve un interés por el ser humano, por sus pasiones, sus miedos, sus deseos de grandeza, de hecho al hacer cuerpos tan elocuentes, tan fuertes, se dice mucho sobre lo que piensas sobre la humanidad, son obras que a mi siempre me han cautivado más allá de lo técnico porque nunca he visto que se hayan quedado solo en lo técnico o lo artesanal, para nada.
Pero te repito, me sirvió mucho este texto porque estaba sintiendo que a veces criticaba mucho ese arte dejándome llevar de ideas preconcebidas. Quería preguntarte algo, ¿crees que una obra deba ser explicada o esta debe explicarse por si sola sin que este el artista o el curador, o quien sea, explicando de qué trata?. Porque por un lado uno puede hacer un trabajo interno para entenderla, pero hay obras que sin una base teórica detrás, son casi imposibles de entender. Te pongo por ejemplo una obra que vi en la Bienal de Cartagena, que eran cucarrones abiertos como si fueran flores, y me explicaron que los cucarrones se comen las flores y destruyen la cosecha, o algo así, ya no recuerdo bien, pero el caso es que sin la explicación hubiera sido imposible entender la obra en toda su magnitud.
Bueno, ya te quité mucho tiempo. Quería eso sí compartir contigo mi página web para que veas lo que estoy haciendo, ojalá puedas visitarla. Es juanforero.com
Un abrazo muy grande!!